Opinión
El imperialismo ruso no se trata sólo de la conquista de territorios, sino también de la apropiación de personas.
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El modo de existencia de un estado, que consiste en la constante expansión del espacio, se llama imperio. Se está extendiendo como una mancha desde el otrora discreto centro, absorbiendo territorios vecinos.
Sus portadores conquistan tierras extranjeras, confiados en su propia superioridad sobre sus habitantes. El sentimiento de esta superioridad, la arrogancia imperial que se traduce en la creencia en una misión global para rehacer el mundo entero a nuestra manera, inspira a los constructores de imperios.
El imperialismo ruso es diferente. Porque se trata de conquistar no sólo territorios, sino también a las personas que los habitan. “Estamos tomando su tierra, no porque seamos más fuertes, más civilizados o vivamos mejor, sino porque ustedes son nosotros, lo que significa que sus tierras siempre han sido nuestras”.
El hecho de que uno de los conquistados pase a formar parte de la élite imperial y se una a su expansión no es una negación de la imperialidad de Rusia, sino de su esencia. Porque todos estos imberbes nunca han sido otra cosa, siempre han sido como “nosotros”, sólo que por las intrigas de alguien se olvidaron de ello.
Otros, no tan talentosos, también pueden y deben unirse a este “nosotros”, aunque no en la cima, sino simplemente en las masas, grandes, aterradoras. Pero aun así podrán sentir el poder de pertenecer a algo formidable.
“Sé como nosotros, experimenta el placer de cómo el mundo nos teme”: así el imperio seduce a los conquistados. “¡Vuélvete fuerte y formidable otra vez!”
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Por tanto, el imperialismo ruso no es una conquista, sino un retorno. Por eso es tan importante para él apelar al pasado, que debería explicar: “siempre hemos estado y estaremos aquí”.
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Source: liga.net
